viernes, 23 de enero de 2015

Mussolini cinéfilo


Después de permanecer ocultos durante mucho tiempo , el año 2009 se publicaron en Italia parte de los diarios de Claretta Petacci, una de las amantes del dictador Benito Mussolini, la que murió a su lado en 1945. En estos diarios, titulados Mussolini secreto, Claretta Petacci transcribe, sobre todo, las conversaciones telefónicas que varias veces al día mantenía con el dictador. Son conversaciones en las que Mussolini tacha a los españoles de “árabes” y de “perezosos”, asegura que la guerra en España la ganan los italianos y afirma que Franco es un “idiota” que lleva la guerra a paso de burra.

Para un estudioso del cine, el interés de un documento tan íntimo como éste reside en que retrata la vida privada del dictador y, más en concreto, su afición al cine. En 2003 habíamos publicado en Historia Social del Cine en España un artículo dando cuenta de cómo cuatro dictadores (Mussolini, Hitler, Stalin y Franco) coincidían en su gran afición por las películas. Esa afición había significado, entre otras cosas, que tenían en su “casa” un cine privado, que bajo su mandato ellos habían sido el censor supremo de todas las películas exhibidas en su país o bien eran el “actor” más importante y más conocido de la cinematografía de su época por el número de veces que aparecían en las imágenes de los documentales y noticiarios.

La lectura de los diarios de Claretta Petacci, publicados en España en 2010, ha ratificado todo lo expuesto en aquella investigación y ha aportado matices muy interesantes. En efecto, Mussolini solía ver cine después de cenar en su sala privada, pero era habitual que aprovechase los descansos entre los noticiarios y la ficción para, hacia 20-21 horas, hablar con su amante o bien salía unos momentos de la sala para desearla buenas noches. En estas conversaciones, Petacci y Mussolini hablan de los temas más variados, como la exitosa estancia de Vittorio Mussolini, el hijo del dictador, en Hollywood en octubre de 1937 , y también quedan recogidas las películas que Mussolini y su familia ven. El dictador visiona documentales como Luce dell’Impero y películas históricas como Escipión el Africano (1937) (“Es buena, muy buena”, dice) y I Condottieri (1937). Ve mucho cine norteamericano, como Let’ em Have It (1935), La gran ciudad (1937), Alí Babá va a la ciudad (1937), Laurel y Hardy van al oeste (1937) y Vivir para gozar (1938). Y le gustan los dibujos animados, aunque no siempre los entiende, como Caperucita roja y Blanca nieves y los siete enanitos (1938). De Stan y Oliver, Mussolini dice que se ríe mucho con sus disparates y tonterías. Blancanieves le parece preciosa y fantástica y Walt Disney un hombre extraordinario. Queda prendado de la personalidad moderna Katharine Hepburn en Vivir para gozar (1938). Le pide a su amante que vaya a ver Luciano Serra pilota (1938) y le dé su opinión. Esta es una película importante porque había sido escrita por Roberto Rossellini, contaba con la supervisión de Vittorio Mussolini y ganará un premio en la Muestra de Venecia. Y en otra de las conversaciones telefónicas Mussolini le dice a su amante: “Amor, he ido a ver dos películas Luce y un dibujo animado, el gato y los ratones. Bonito. He visto una parte de otra película, pero luego he notado que tu corazón hacía tac, tac, y he subido [a llamarte].”

Pero, sobre todo, los diarios de Petacci muestran a Mussolini como el gran censor del cine y su gran dirigente. En una de las conversaciones le dice a su amante que ha tenido que prohibir La condesa Alejandra (1937) porque considera que los judíos de Hollywood atacan al zar de Rusia y con ello justifican el bolchevismo. Prohíbe la comedia Tú y yo (1938) porque estima que su mensaje es que los hijos impiden que el matrimonio tenga intimidad y, en consecuencia, va en contra de la política de natalidad del fascismo. Llega a tachar al máximo responsable del cine italiano, Dino Alfieri, de “distraído” (243) o bien, cuando ve películas como Sotto la Croce del Sud (1938), le acusa de que el cine italiano no funcione. Dice el dictador: “Mañana se lo diré a Alfieri: este cine no funciona, hay que cambiarlo todo” (418). Es más, Mussolini aprueba personalmente la política autárquica que en 1938 trata de impedir que salgan millones de liras del país como consecuencia del gran éxito del cine norteamericano en Italia, política que provoca un boicot de las compañías de Hollywood. Dice en una conversación con su amante en noviembre de 1938: “No me importa nada que me impongan sanciones... Cuando vino Guarneri y me mostró la deuda y los lingotes que salían a América, di un puñetazo en la mesa y exclamé: “Se acabó esta explotación, se acabó, ¡Dios!”. A nosotros el oro nos sirve para hacer cañones”” (416-417).